Asunto de Peso

10.07.2020

De Leticia Barrera


Mila había pasado los últimos cinco años en una relación seria, muy seria. Tan seria que Pedro, el novio en cuestión, se dedicó ha decirle todos sus defectos y a veces, sus pocas virtudes.


Mila trataba de complacer a Pedro siempre, pues para eso están las mujeres, para complacer a sus novios. Si no los complaces no llegan a ser maridos y Mila quería, con toda su alma, un marido.


Su mamá, su abuela y sus hermanas se dedicaron por veinticinco años a convencer a Mila para tener un marido. Era lo que se esperaba de ella. El tema del peso de MIla era algo recurrente en este mundo de mujeres. SI Mila no bajaba de peso, no podía subir sus expectativas.


Mila conoció a Pedro cuando ya había perdido la esperanza, a la avanzada edad de veinticinco añotes. Toda una solterona. Pedro se portaba increíble con Mila. Flores, regalitos, cds con mezclas de amor. Amaba que Mila cocine y se comía todo con una sonrisa. A los seis meses se fueron a vivir juntos.


Mila cocinaba, lavaba, limpiaba, planchaba y todas las tareas terminadas en aba que existen. Mientras, Pedro jugaba video juegos y comía feliz.


Al año, de tanto comer, los dos subieron de peso y claro, empezó el problema. Mila no tenía sobrepeso, pero tantos años del mismo tema, empezaron a hacer mella en su frágil autoestima. Y claro, Pedro empezó a criticarla.


Fueron cuatro años, cuatro putos años de matarse del hambre y aguantar las críticas. Al final, cuando ya todo estaba por romperse, Pedro llegó con la noticia de que había conocido a alguien muy especial. Una chica joven, de veinte, guapa y sobre todo, flaca.


Mila cerró los ojos esperando que se pare el mundo, que la tierra se la trague, que algo tiemble o se rompa en mil pedazos. Y de pronto sólo sintió alivio. Una ola blanca, inmensa y eterna de alivio. Abrió los ojos y sonrió. Eran las diez de la noche y no podía hacer mucho. ¿Por qué los rompimientos casi siempre son pasadas las nueve de la noche? En fin... Abrió los ojos, dibujó una sonrisa, agarró las llaves de su auto y dijo: "Me voy a un hotel, mañana vengo por mis cosas". Salió y consiguió un buen hotel, por algo ganaba bien. Se acostó en la cama de su linda habitación y durmió como un bebé.


Al día siguiente sacó sus cosas, que no eran muchas, su ropa y zapatos, sus libros, sus frascos. Se fue dejando todo atrás.


Se mudó de ciudad, lejos de su familia y se hubiera cambiado el nombre, si no fuera tan complicado. Hizo un préstamo, compró un departamento fácil de limpiar, consiguió un trabajo, contrató una señora de la limpieza, decidió cocinar cosas simples, se compró una lavadora de platos y entró a clases de baile y no volvió a pensar en el pasado.


Han pasado dos años, sin darse cuenta bajó veinte kilos. Conoció a Roberto, un chico lindo de la oficina. Hace un mes le propuso matrimonio. Ella asustada le dijo: "¿Y si subo de peso?" Y el respondió: ¿Pesabas más hace dos años, cuando te conocí? Y siguió metiendo los platos en la lavadora, como si nada. Ella contestó con una sonrisa: "Si, pero vivimos aquí y no compramos video juegos. Y el dijo: Okay. Ella sonrió.


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