Mist
De Emilia Patiño Carreño
Se paró para ver a su alrededor, desde ese lugar podía ver el pueblo casi completo como unos pocos puntos en el paisaje. ¿Cuánto tiempo había caminado? No llevaba reloj, pero sabía que no faltaba tanto para que empezará a caer la noche. Debía volver...
La perspectiva no le hacía tanta gracia, necesitaba eso, el aire, la soledad. Había pasado tanto tiempo encerrado y acompañado, que la soledad se le hacía un tesoro. No era que no quería a su familia, disfrutaba con ellos, pero también había dejado ya de sentirse cómodo a su lado. Encontraba molesta la risa de Lisa y cansinos los agumentos de Armando; había armado ya, más de 100 veces el mismo rompecabezas de Clara y seguramente hoy volverían a escuchar el "nuevo" disco de José. Ahorita, sentir el viento le daba una sensación de libertad que había olvidado. Suspiró, se giró y empezó a caminar de regreso mirando sus pies. No estaba tan mal tampoco, podía sentarse en la sala y tomar algo caliente.
Cuando levantó nuevamente la mirada para verificar el camino, notó que una neblina espesa estaba cubriendo el paisaje. En cuestión de segundos dejó de ver a más de un metro de distancia. Se giró varias veces, tratando de recordar por dónde había venido, a dónde tenía que ir, pero era imposible, a duras penas se veía las manos y podía sentir que la oscuridad empezaba a caer. Siguió caminando sin rumbo, tal vez en círculo, no sabía, no sabía dónde estaba, ni a dónde iba. El aumento paulatino del frío y la entrada inevitable de la noche, le decía que no importaba a dónde fuera, no iba a llegar a ningún lado.
Se acostó, sobre el cesped húmedo, con el viento cortándole la cara y la neblina cubriendo su cuerpo, como si lo estuviera atrapando. Se sintió de nuevo preso, encerrado.